El evangelio de hoy nos presenta a Jesús que marcha fuera de Israel, al país de Tiro y Sidon. Y eso cuando el pueblo de Israel se consideraba como el pueblo elegido y los demás eran el pueblo pagano, los goyim.
También allí Jesús realiza un milagro, signo de la presencia de Dios. Y es que para Jesús todos formamos una única familia, un único pueblo para un único Dios. También los gentiles son hijos de Dios.
Entre nosotros, cristianos, hay una tarea que realizar. Todos nosotros somos hijos De Dios y por ello, y a pesar de nuestras actitudes que tantas veces nos dividen, todos somos un mismo pueblo, y un mismo pueblo hemos de construir.
La base de nuestra vida, como lo fue para la mujer de Sino que tenía su hija enferma, está en confiar en Jesús. La veces nos puede parecer que el no nos hace caso. Pero el nunca nos abandona. Nadie es extraño para Jesus. En nosotros vuelca todo su amor. Fíate de el.
